Nacido en el sur de Suecia en 1926, fue desde sus primeros pasos un hombre con perspectiva, iniciativa y talento para los negocios. A los 17 años crea su primera empresa con el dinero que sus padres le habían dado por sus buenas notas.
Nace, y así se registra, en 1943 IKEA: las dos primeras letras por las iniciales de su nombre y apellido, y las dos últimas por los nombres de la granja en que había crecido (Elmtaryd) y el pueblo donde estaba (Agunnaryd).
Ingvar se hizo a sí mismo, vendiendo primeramente pequeños artículos como cajas de cerillas, que se vendían entre los granjeros de la zona y que entregaba en su domicilio con su bicicleta como único medio de transporte.
No tardó mucho en comprender que podía comprar cerillas muy baratas al por mayor y venderlas individualmente a un precio económico, obteniendo un margen de beneficios. El negocio fue creciendo y ampliando su mercado, vendiendo además pescado, objetos decorativos para árboles de Navidad, semillas, carteras, y posteriormente, lápices y bolígrafos.
En 1948, cinco años más tarde, comienza a vender muebles. En 1951, IKEA edita su primer catálogo de muebles y en 1953 se organiza la primera exposición de productos IKEA. El éxito de sus iniciativas fue tal que el gremio de vendedores de muebles del país comenzó a presionar a los fabricantes para que dejaran de suministrar productos a IKEA, llegando a ser excluido de las principales ferias del país. Lejos de rendirse, Ingvar Kamprad decidió enfrentarse a la crisis tomando una serie de decisiones que marcarían el futuro de lo que hoy es el grupo IKEA: Diseñar y fabricar sus propios muebles y salir al exterior, tanto para comprar la materia prima (principalmente en países asiáticos), como para inaugurar nuevos puntos de venta fuera de Suecia.
En 1986 asume el cargo de asesor y deja su imperio en manos de sus hijos. Actualmente vive en Lausana, Suiza y tiene cuatro hijos. Pese a su fortuna, su estilo de vida es sencillo y austero. No le gustan los lujos y valora la humildad y el esfuerzo.
Ingvar Kamprad es un luchador, un hombre hecho a sí mismo, y una mente privilegiada. Sólo hace falta una idea para iniciar un negocio… A veces ni siquiera ha de ser especialmente buena, pero sí es básico ser “sensible” a los cambios y necesidades del mercado, ser valiente e ingenioso.
Como ya hemos comentado en muchas ocasiones, un buen empresario ha de ser consciente de que en su trayectoria profesional tendrá que tomar decisiones, a veces duras, y que ha de tomarlas a tiempo. Personalmente no concibo que un empresario no sea arriesgado, proactivo o dinámico puesto que si pretendemos vender / prosperar / crecer… dependemos de un mercado que es de todo menos estático. Adaptarse o morir: una máxima irrefutable.
Ingvar comenzó vendiendo cerillas y las circunstancias del mercado, sus necesidades y los problemas que fue encontrándose en el camino derivaron en un cambio de orientación en su negocio. Nadie podía prever que su competencia le boicotearía, pero sobreponerse y centrarse en nuevos mercados fue la clave.
Porque no estamos exentos de que nuestra empresa sufra cualquier imprevisto , debemos estar abiertos a nuevas iniciativas, nuevos mercados, nuevos proyectos… debemos ser empresarios valientes y sortear los obstáculos con la dignidad de aquel que se lleva la tranquilidad de haber hecho todo lo posible por salir a flote.
Estefanía Castro
circulo gacela