El otro día fui con mi compañero de fatigas empresariales a tratar un tema peliagudo al banco de “no toda la vida”. ¿Por qué el de “no toda la vida”? Porque en el de “toda la vida” me cerraron las puertas a cal y canto con una palmada en el hombro y con un brillo en los ojos que indicaban las ganas que tenían de darnos esa patada que provocaría una humillación tan eterna en nosotros como el odio que proferiremos a lo largo de nuestra sufrida vida.
Cuestión ¿Qué está pasando con los seguros y confiados directores de banca de antaño? Pues que les han cortado las alas, atado las manos y esposado a las patas de su bonita-grande-preciosa mesa de oficina.
Y qué ha pasado con la antigua amistad que teníamos con nuestro director de “la oficina de toda la vida”, pues se ha roto, porque lo que antes era “esto te lo soluciono yo mañana” se ha convertido en “lo siento pero no tengo competencias y mis superiores me están parando los pies”.
Es aquí donde nos hemos dado cuenta que en estos momentos hay que poner más énfasis en llevar una contabilidad sana y presentar los números aportando y remarcando nuestras virtudes y que vayan siempre acordes con la financiación que solicitamos. Desde Círculo Gacela nos han hecho ver que no vale entrar al banco y pedir dinero, sino que es una transacción donde dos partes tienen que ganar. En este caso lo más adecuado sería ir al banco con las ideas claras de lo que queremos en cuanto a modalidad y cuantía de la financiación.
No es sencillo pero sí posible.
Fdo:
J.V.G.
viernes, 28 de noviembre de 2008
Cuando los empleados de banca parecen telefonistas
Etiquetas:
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